La fibromialgia es una enfermedad crónica reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1992 cuya principal característica es dolor en los músculos y en el tejido fibroso (ligamentos y tendones) pero no es una enfermedad articular. La persona afectada siente dolor musculo-esquelético generalizado e hipersensibilidad a la presión en puntos específicos (puntos dolorosos).
Además del dolor, el síndrome ocasiona otros síntomas como cansancio, trastornos del sueño y ansiedad o depresión. También son frecuentes la mala tolerancia al esfuerzo, sensación de rigidez generalizada (sobre todo al levantarse por las mañanas), sensación de inflamación mal delimitada en manos y pies, hormigueos en las manos, jaquecas, colon irritable, sequedad en la boca y en los ojos.
En los últimos años, la fibromialgia se ha convertido en un problema de salud pública de primer orden debido a su alta prevalencia en la población, el poco conocimiento sobre sus causas y los mecanismos que la producen, la ausencia de tratamientos eficaces y la insatisfacción de los pacientes y de los profesionales en el abordaje actual del síndrome.
“Hay muchísimas personas que sufren fibromialgia, sobre todo mujeres”, explica M. Ángeles Fernández, integrante del Grupo de Investigación en Plantas Medicinales de la Universidad de Sevilla, España. Al mismo tiempo, lamenta que sea “una enfermedad a la que no se le da excesiva importancia, aun cuando afecta directamente a la vida cotidiana de los pacientes y supone un costo médico muy elevado”.
El síndrome no tiene cura definitiva. El objetivo del tratamiento es aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida del paciente.
Hasta ahora no existe ningún fármaco con resultados positivos para tratar esta dolencia pero la fitoterapia ofrece opciones. Investigadoras de la Universidad de Sevilla están analizando el rol del extracto acuoso de hojas de Graviola (Annona muricata L.), un árbol que también da un fruto comestible conocido como guanábana, para prevenir los síntomas asociados a la fibromialgia.
“El consumo del extracto, con la forma farmacéutica y dosificación adecuada, podría mejorar el dolor crónico, la ansiedad y la depresión que acompañan a la enfermedad. Este extracto procede de la preparación tradicional en forma de decocción”, informa la experta Ana María Quílez, del mismo Grupo de Investigación.
Este estudio se desarrolló durante 1 mes con 60 ratones hembras de 5 semanas de edad en los laboratorios de la Facultad de Farmacia. Se trabajó con 6 grupos de animales a los que se alimentó con una dieta suplementada con distintas dosis del extracto de esta planta. Ahora, resta realizar un ensayo clínico con pacientes para corroborar los resultados obtenidos en la experiencia con animales y determinar la dosis eficaz y segura en humanos.
La decocción es la bebida resultante del cocimiento de vegetales y su posterior filtrado. El ejemplo más difundido y conocido de decocción es el café. Es importante destacar que en ningún caso se recomienda realizar la decocción de la graviola en forma casera porque las hojas son potencialmente tóxicas. Por lo tanto, si se consume debe ser bajo prescripción médica y en cápsulas comercializadas por laboratorios que se encuentren bajo control de los organismos responsables de la salud pública.
Las hojas de la Annona muricata L. proceden de un árbol frutal de entre 4 y 6 m. de altura perteneciente a la familia botánica Annonaceae, al igual que la Chirimoya.
No se sabe con certeza su lugar de origen pero se la considera nativa de América Central y Sudamérica. Se lo encuentra en América tropical y el Caribe hasta una altura de 1.150 msnm.
Las primeras crónicas la ubican en Puerto Rico, República Dominicana y Cuba. Sin embargo, muchos autores sitúan su origen en Colombia, siendo este país el que posee un mayor número de variedades.
Hoy se cultiva para empleo medicinal desde México a Perú, en Guinea Ecuatorial (Africa), China, Australia y Polinesia. Sus hojas simples, de color verde oscuro brillante, de forma oblongo-aovada u oblongo-elíptica y de 5 a 15 cm. de longitud, poseen diferentes usos. Los más destacados y validados científicamente en ensayos preclínicos son: inflamación, dolor, infecciones, diabetes y cáncer.
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